domingo, 1 de diciembre de 2013

CAMBIO FUNDAMENTAL SOBRE LA TEORIA DEL CAMBIO


En el discurso moderno sobre “el  Cambio”, llamado en organizaciones “Gestión del Cambio”,  conviven dos niveles diferentes de existencia. Por un lado está el discurso racional de responsabilizarse por el cambio, como una manera de adultez individual y de efectividad colectiva en las organizaciones.
De allí el desarrollo de teorías, modelos y herramientas funcionales a esta interpretación, como son las metáforas sobre héroes, la hipótesis de la actitud mental positiva, ciertas versiones de Coaching, las leyes mágicas, entre otras.

A otro nivel más complejo , ocurre una dinámica que permanece oculta al discurso prevaleciente del cambio.

Dicho de manera provocativa; cada vez que invitamos al cambio como patrón de conducta, colaboramos  con la conservación del estrés. Por que el cambio cuando lo usamos como punto de referencia para vivir nos trae instantes de satisfacción y largos caminos de nunca llegar, porque siempre falta algo. Eso es el estrés, cuando nuestra exigencia es más grande que nuestra capacidad o energía. Y en el juego de cambio contante, tarde o temprano, la exigencia supera la energía. El cambio que genera estrés, luego resulta en apatía, que trae más estrés, y así sucesivamente, con productos derivados de este círculo reforzador, como la ansiedad, o diferentes clases de enfermedades. Pero en el fondo lo que todo esto conserva es un profundo quiebre espiritual por la falta de significados compartidos que perdemos en la carrera del cambio por el cambio. Ese paradigma de perseguir la oportunidad como eje central.

Se trata de un vacío, que la única manera de negarlo, o pretender llenarlo, es con ocupación, trabajo, haciendo y rehaciendo (o con otras adicciones)  en proporción directa al aumento del miedo a la soledad del alma. Cuanto más evitas el vacío, más aíslas tu alma.... paradoja si las hay!. Esa soledad equivale al miedo primario psicológico: el miedo a la muerte. Aunque yo me atrevería a decir que no es el miedo a la muerte, sino en cierta medida el miedo al sufrimiento físico de morir, pero sobre todo, en gran medida, el miedo a la soledad más radical que es "la nada misma", que nuevamente revela la falta de espiritualidad.

Aunque no siempre esto es visualizado así, ya que esta dinámica de miedo, y falta espiritual,  ocurre a nivel  fisiológico de los  individuos insensibilizados por los juegos mentales, y ocurre a nivel de los estados de ánimo colectivos que son disimulados por el entusiasmo y compromiso con ser “el agente del cambio”, o un Líder innovador.

Otra manera de decirlo, es que en el juego actual del cambio realimentamos la álgebra  que dice: “quien soy (o somos)” , es igual a los resultados a lograr (ser=logros).

Hace unos días fui el conferencista magistral (así estaba anunciado) frente a un grupo de 550 inspectores/supervisores de la SEP (Secretaría de Educación Pública de México), donde la temática tenia que ver con el cambio. Y realmente me hubiese sentido muy estúpido hablándoles desde la motivación para que ellos tengan que cambiar, ante una reforma educativa y una reforma administrativa que no me toca en mi fibra interior por no ser parte directa de ese contexto ¿Quién soy yo para decirles que tiene que cambiar? ¿Acaso vivo lo que viven ellos? ¿Sé lo que es el dolor de que desaparezca una institución con más de 80 años que en algún punto los contenía, o les daba identidad? Esto se repite cada vez que doy conferencias en foros organizaciones, o directamente trabajando en empresas.  ¿Para qué o quienes estamos operando con estos discursos? La gente no es tonta, sabe que hablar de cambio, es representar intereses que muchas veces va contra sus propios deseos. Por eso para mi el discurso del cambio no tiene que evitarse, pero hay que abordarlo con responsabilidad, profundidad, seriedad, y sobre todo ética. Y es central comprender que las personas siempre escuchamos desde un lugar que nos es valido. Y nos es valido porque desde allí conservamos algo que asociamos con nuestra identidad. La gente no resistimos al cambio, sólo buscamos conservar lo que entendemos nos da significado. Aunque en gran cantidad de ocasiones sea sin poder practicar el desapego a certezas que sostenemos desde vaya a saber cuando, por lo que en nuestro apego a esa versión de nosotros mismo mantenemos el mal-estar.

Por eso es fundamental darnos cuenta que el fenómeno que llamamos transformación no radica en el cambio, sino a contrasentido de lo que habitualmente creemos, la transformación es guiada por lo que se conserva mientras decimos cambiar.
Es extraño, o más bien cultural, que muchas veces cambiamos para conservar ciertas formas de sufrimiento. Otras veces cambiamos para conservar el bien-estar. Son dos “mundos” diferentes, con muchos matices para investigar.
Lo que generalmente me he encontrado hoy, es que lo que se conserva mientras decimos que estamos en el  “cambiar” es la dinámica de la falta de sentido profundo. El “sentido de pertenencia” no surge de la descripción de una visión, o del armado de una lista de valores  organizacionales. Eso es parte de la trivialización de significados del discurso del cambio, del cual participé varios años.

Por eso una parte elocuente de las organizaciones carecen de una conciencia organizacional espiritual, como también de una comprensión profunda del fenómeno de la transformación.
Es así, que en mis conversaciones con miles, cientos, o decenas de personas, abordo el “dolor” como un indicador del “ser humano” y “convivir organizacional”, donde no presento modelos del cambio, sino una exploración sobre cuáles son las dinámicas relacionales a conservar, y cuál es el modo de convivencia a mantener como centro mismo de la acción, invitando a dejar el ruido de la motivación y permitir el silencio del hueco y vacío… aquel que solemos querer evitar.

Así damos chance al desarrollo de personas en organizaciones o fuera de ellas, en eso que llamamos inspiración. Para eso por momentos las personas necesitamos contraernos, para luego explotar como una especie de Big Bang humano donde el potencial singular de cada uno se libere como un frente de onda impredecible en su alcance… porque como suelo decir en esos lugares donde me honran con sus pedidos de que algo diga o pregunte: “lo único por lo que vale el riesgo cambiar, es paradójicamente, aquello que deseamos conservar”

En definitiva,  “el discurso prevaleciente hoy es el del cambio… la praxis es la conservación de dinámicas emocionales”

Fernando Saenz Ford- MCP Coach y Consultor Internacional