domingo, 14 de febrero de 2016
EL SECRETO DE LA EXISTENCIA HUMANA –
EL SECRETO DE LA EXISTENCIA HUMANA –
Extracto - Por Fernando Saenz Ford
Hay por lo menos dos niveles diferentes en que podemos
interpretarnos como la clase de seres que somos. Más allá de la teoría
científica, teológica, filosofía desde donde expliquemos esos dos niveles, en
la experiencia del ser, podemos distinguir estos dos niveles.
1) Hay un nivel de humanidad biológica/espiritual donde
todos somos iguales. Todos estamos hechos de lo mismo. A esto la llamamos el
universo, la gran conciencia, Dios. En este nivel todos somos simétricos.
Nuestro deriva biológica como especie es igual para todos, más allá que la
interpretemos desde la Biología Cultural de Humberto Maturana, o desde los
principios de la neurociencia, por solo citar dos posibilidades. El punto es
que en este nivel de existencia estamos hecho de lo mismo, más allá de cómo
describamos eso que nos constituye iguales.
La espiritualidad juega aquí un papel central, más allá que puede ser
entendida desde diferentes interpretaciones. Me refiero con espiritualidad a un
nivel de existencia sutil, más grande que lo que podemos racionalizar donde
todos no sólo estamos hecho de lo mismo, sino que somos lo mismo. Podemos
experimentar que somos parte de algo más grande que nuestra propia
individualidad.
2) Hay un nivel de humanidad cultural/ontológico, donde se
despliega una manera particular de ser y estar. Eso es lo que llamamos nuestra
individualidad. A este nivel somos únicos e irrepetibles, somos un grano de
arena en la magia de la vida que nunca se volverá a repetir dentro de los
millones y millones de seres vivos que habitaron, habitan y habitaran en este
planeta (y en cualquier otro). En este nivel existe la asimetría, ya que la
diversidad de maestrías es inmedible. Por ejemplo, quien es un maestro en la
cocina Italiana, no tiene por que saber nanotecnología. El maestro de escuela
primaria , quizás no es competente en
alpinismo. El alpinista, puede ser que no sepa sobre como ser un buen padre. El
buen padre quizás no conoce el arte de la escultura, etc. En este nivel la
cultura, como una manera compartida de relacionarse con lo que ocurre, define
marcos de acción posible. Por ejemplo, la manera de reaccionar antes un
terremoto no es la misma en Japón, que en Chile, que en México. Se arman
estados de ánimo colectivos que predispone de manera diferente, y modela la
manera de pensar lo que sea que se piense. A la vez aparece la ontología
singular de cada quien, como la interpretación particular que cada individuo
recoge y retroalimenta en el mundo, desplegando una psicológica personal, una
manera de ser que va conservando con acciones. Aparece un estilo único, con sus
propios dolores, sus propias ambiciones, sus propias inquietudes.
Por eso es que me gusta decir: “Todos somos iguales a un
nivel, todos somos diferente a otro nivel”
En forma de metáfora el líder espiritual Sri Sri Ravi
Shankar, lo explica con lenguaje directo. Él dice que es como si todos
estuviésemos hechos de la misma madera. Todos somos madera, estamos
constituidos por lo mismo. Ahora, hay
diferentes expresiones de esa madera. Algunos somos puertas, otros ventanas,
otros mesa, otros biblioteca, otros sillas, otros marcos de cuadros, etc.
Las implicaciones de entender estos dos niveles son enormes,
y merece muchas más líneas. Cuando no comprendernos estos niveles entramos en
interpretaciones antagónicas, desarrollando teoría, filosofía, e ideología
política, social, económica, desde donde nos enfrentamos en un estados de ánimo
de enemistad basado en la descalificación que termina en enfrentamientos y
hasta en peligro la existencia de la propia humanidad. Pero esto merece un
capitulo aparte que llamaré macro implicancias.
En un foco más micro, hace poco, a partir de una experiencia
personal, descubrí una implicancia muy relevante.
Cuando realmente comprendo que todos somos uno a nivel
biológico/espiritual, uno vive con dignidad y liviandad la asimetría en el
nivel cultural/ontológico. La búsqueda de la relación simétrica de
igualdad en el día a día es no
comprender que ya somos todos iguales, más allá de mis propias inseguridades, o
de mi propia arrogancia. Eso ya es así. Me he descubierto arrogante, y exigente
queriendo que todos me traten de igual a igual, o demostrando a los otros que
yo soy igual. Esto es saber de la teoría de los niveles, pero no vivirlos.
Cuando lo vives en el día a día de la existencia cultural/ontológica consciente
de que en la existencia biológica/espiritual ya somos todos iguales, puedes
hasta reírte de los intentos de creerse mas o menos que otros.
Hace poco vi en un maestro una gran oportunidad de
aprendizaje. Él tiene la maestría en lo que yo quiero aprender. Pero como yo
juzgaba que era muy asimétrico, quise mostrar que yo era igual, que más allá de
todo, todos somos iguales. Ese fue un error. Porque a nivel cultural/ontológico
no somos iguales, y a nivel biológico/espiritual no hay individuos que tengan
que mostrar que somos iguales…. Ya somos. Cualquier intento de mostrar esa
igualdad es una expresión de la individualidad que no comprende el nosotros
biológico/espiritual, y trata de vivir la redención de la desigualdad
comparándose con otros en sus individualidades… justamente donde si somos
desiguales.
A esto le llamo la incoherencia existencial: “El YO queriendo mostrar que somos NOSOTROS”
Una conclusión a la que llego inspirado en conversaciones
con Sven Doehner, es que la conservación de eso que llamamos ego, en su versión
limitante y dolorosa, es un quiebre espiritual. La conservación del ego frente
a los otros es no comprender que al final del día todos somos madera, más allá
de si te toco puerta, ventana, o silla.
Comprender esta distinción trae paz, amorosidad, y el diseño
de un futuro honrando mis propios sentires, en armonía con el todo que quiera o
no quiera, ya es
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