lunes, 19 de noviembre de 2012

¿TENEMOS OJOS, OIDOS Y CORAZON PARA VER MAS ALLÁ DE LOS MODELOS?


Ayer, a raíz de mis propio aprendizaje, en el constante rediseño de la vida,  y por ese espíritu seudo rebelde que conservo, escribí en mi perfil de Facebook esta frase:

Juzgar al otro como una "víctima" por que te presenta sus quejas, demuestra una acto de pequeñez emocional y perturbación intelectual. Escuchar el dolor detrás de quien presenta la "queja" es una sublime acto de amor”

Varias respuestas aparecieron, y entre ellas, pude leer la distinción entre Queja y Reclamo, que Rafael Echeverría hace en su libro Ontología del Lenguaje, escrito a principios de los años 90. De allí estas líneas:

La distinción que dos grandes maestros como Rafael Echeverría  y Julio Olalla, nos regalaron a principios de los 90, la entiendo como una invitación a hacernos responsables por las consecuencias no deseables de nuestras propias quejas. Entendiendo así , que el espacio relacional de la queda es diferente del reclamo, y por lo tanto los posibles mundos. Y esto pensado sobre mi mismo, es muy potente.
Sin embargo, también puede ser entendido y usado para desacreditar al otro cuando el otro se queja. Puede ser usado para en nombre de la grandeza, que no nos pidieron, calificarlo de víctima, en el justificación teórica de que es "mi juicio", que ello responde a "mi interpretación" sobre su "coherencia histórica".
Si la queja es sistemática, ello implica que el dolor se conserva, como sufrimiento histórico, donde la queja es la manera de expresarnos. ¿Cuántas voces acalladas están expresándose en esa queja? ¿Cuánto desamor y traición experimentada, y revivida cientos de veces, están presentes en esa queja?

Por eso digo que mientras lo que importe sean los principios (ontológicos o metafísicos, o lo que sea) las personas quedan en segundo plano, paradójicamente, contrario a lo que pregonamos. Cuando escucho a alguien quejarse, me conmueve su dolor, aún cuando lo desconozca. Hace años cuando alguien se quejaba escuchaba una víctima.. y así , yo mismo negaba su humanidad, y la mía, en la justificación de estar apostando a la posibilidad que es el otro siempre es.
Hoy, cuando logro conectar con lo más fundamental de mi corazón, escucho como el alma dolida se expresa a través de la mente. A veces, dolores ancestrales, que nosotros tratamos con un reduccionista: "tienes mala actitud".

Por eso podemos actuar para pasar del modo queja al modo reclamos, a veces empujando con nuestras “preguntas poderosas” a la "víctima" . Y así sentir la satisfacción de cumplir con la técnica desde la certeza cognitiva, con envoltorio no-directivo  y esencia de control.
O podemos, desde el cuidado que sólo el otro puede indicarnos, invitar a una conversación, que despliegue la posibilidad de reconocer esos dolores, y abracemos la humanidad de cada quien, donde eso que llamamos queja de disuelva naturalmente, como consecuencia de hacer contacto con lo bonito de acariciar nuestros dolores, para recuperar el bien-estar y liberar el potencial atado en la dura piedra en que tuvimos que transformar nuestros sentires más profundo, en el miedo de transitar los dolores,  que en definitiva, esos dolores aceptados,  sólo re significan una y otro vez el sentido de estar vivos.


Una noción a la hay muchos adeptos es que dolor+ interpretación= sufrimiento. El riesgo que he encontrado en esto es que puede llegar a entenderse el dolor, como una noción fisiológica, al estilo me golpee la rodilla con la punta de la mesa, y por lo tanto eso es dolor. Si a eso le pongo una interpretación limitadora, es decir un sentido particular inapropiado, sigo todo el día en la queja por esa maldita mesa que se puso en mi camino, apareciendo la victima que hay en mí.

La invitación que suelo hacer desde mis propios dolores y sufrimientos, es que el dolor es fisiológico, como el de un perro, sólo que ocurre en un marco interpretativo transparente, involuntario,  algo así como lo que Fernando Flores llama estilo; y a la vez es relacional, ya que siempre ocurre en la dinámica vincular. Y ese dolor (no físico, sino fisiológico) no es sólo el del golpe con una mesa, es también un enojo, una tristeza, un miedo, una culpa.  Y de eso se trata estar vivo de conservar el bien-estar, en el placer y en el dolor. El mal-estar surge, cuando evadimos el dolor, de tal manera que no le entramos a la reflexión (acto de desapego a las certezas). Por lo tanto el sufrimiento es una dolor no-reflexionado. Escuchar el dolor detrás de la queja implica poder acceder a espacios de co-reflexión, para entender los mundos emocionales que habita el otro, y yo con él o ella. Lejos queda de todo esto el reduccionismo de la motivación, la actitud positiva y el pensamiento mágico tan de moda en la actualidad, que nos invita a perseguir al oportunismo,  teniendo como consecuencia cantidad de relaciones funcionales y soledad en las relaciones vitales.

No hay comentarios: